Acuerdo contra Irán
Republicanos y demócratas han llegado a un acuerdo sobre la política a corto plazo. Se apuesta por la diplomacia en dos sentidos complementarios. Por un lado quieren aumentar la presión económica mediante la aplicación de sanciones.
El primer teatro de operaciones será el Consejo de Seguridad.
El segundo, las relaciones bilaterales.
El tercero, la acción conjunta de nuevas medidas legales y de la presión ciudadana sobre los gestores de fondos de pensiones para evitar la llegada de inversiones a Irán.
Los objetivos principales de este abanico de iniciativas son crear serias dificultades al banco central; impedir que compañías energéticas inviertan allí, desarrollando las extraordinarias capacidades locales; bloquear toda actividad mercantil con la Guardia Revolucionaria; y, por último, imposibilitar el refino del crudo iraní. Junto con las sanciones el acuerdo pasa por lograr el aislamiento diplomático de Irán, exponiendo a los ayatolás y a los radicales reunidos en torno a Ahmadineyad a las consecuencias de su política.
Junto a la política específica hacia Irán se apuesta por poner a punto las capacidades militares israelíes, en particular en todo lo referente a defensa antimisiles.
La nueva política demócrata es cualquier cosa menos nueva. Se trata de rescatar los viejos conceptos de la Guerra Fría para aplicarlos en un entorno radicalmente distinto. Sin embargo, los viejos dinosaurios soviéticos valoraban la vida, porque no tenían otra cosa en qué creer. No es el caso de Ahmadineyad y del grupo político que le rodea.
El programa nuclear iraní tiene distintos objetivos, pero el más importante es la garantía de defensa, el saber que podrán continuar desestabilizando Irak, Líbano, Palestina... a coste cero.