En cualquiera de estos dos escenarios es evidentes que Morales ha perdido. La moraleja está clara. El presidente boliviano ha pisado en terreno minado por su autoritarismo para imponer tercamente un sistema socialista del siglo XXI que la mayoría de su pueblo rechaza. El sectarismo, abuso y las ilegalidades cometidas por su gobierno ha radicalizado los sentimientos regionales a tal punto que Bolivia puede fragmentarse.
Es un ejemplo de lo que puede ocurrir cuando se imponen ideologías excluyentes y se pretende maquillar el sistema centralista para aplastar los anhelos autonomistas.Solo queda esperar el milagro de un acuerdo de última hora que evite el enfrentamiento en ese país